En las playas de la isla de Kinmen, las trampas para tanques recuerdan que Taiwán vive bajo la amenaza de una invasión china, y la tensión ha subido a niveles que no se veía desde hace décadas.

Taiwán ha aprendido a vivir con las intimidaciones de los dirigentes chinos que desean apoderarse de esta isla que consideran parte integrante de su territorio.
Nunca desde mediados de la década de 1990, cuando China continental lanzó misiles al estrecho que la separa de Taiwán, el ruido de sables sonó tan fuerte.
Wang Jui-sheng, un joven estudiante de la Universidad nacional de Quemoy, en la pequeña isla de Kinmen, de 140.000 habitantes, tiene la misma sensación.
“Me preocupa el riesgo de un conflicto militar entre las dos partes, quizás incluso en un futuro próximo”, opina este joven.
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