En el Líbano, la explosión en el puerto de Beirut que mató a unas 180 personas acentúa el sentimiento anti-Hezbollah, el movimiento con fuerte presencia en el Parlamento libanés y el partido chiita aliado de los regímenes de Irán y Siria.

En Beirut, días después de la mortal explosión del 4 de agosto, manifestantes iracundos levantaron unas horcas ficticias con siluetas de cartón representando a los principales dirigentes, con la soga al cuello, incluyendo al jefe de Hezbollah, otrora considerado un intocable.